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La fotografía, desde su origen, fue el imperio del blanco y negro. La escogencia de esta forma de representación obedecía no tanto al imperativo de una abstracción de lo real por el mero hecho de abstraer, sino que estaba dada por las posibilidades técnicas de la imagen fotográfica: el blanco y negro y todas sus variantes viradas y formas del más de primer siglo de la historia de la técnica eran lo único posible, y se convirtieron en las formas de representación fotográfica por excelencia.

Tanto fue así, desde el origen, que la primera gran exposición de fotografías a color en el MoMa (finales de los años 70) representó una auténtica irrupción cromática en un ambiente de escala de grises que se asociaba con “las Bellas Artes”. Años antes, a finales de los 60, el curador de fotografía del museo, John Szarkowski, le expresó al fotógrafo estrella del color, William Eggleston, que su fotografía era una suerte de “colección de fotos reveladas en una farmacia”, aludiendo a lo barato, pedestre y cotidiano de una fotografía que, antes de esa era, pertenecía casi estrictamente al terreno comercial, publicitario y editorial.

Leemos en dos fragmentos de una exhibición de “solo color” de finales de los 70, en el mismo MoMa —que reunía a creadores tan reconocidos como Ansel Adams, Andreas Feiningen o Irving Penn—, curada por John Steichen, más amplio de miras y perspectivas que Szarkowski:

“Esta exposición explora y evalúa el estatus de la fotografía como un medio creativo. ¿Es un nuevo medio para el artista o es un medio para suplementar o elaborar los alcances reconocidos de la fotografía en blanco y negro?”

“Para los experimentadores permanentes, los buscadores de la mayor libertad desde la disciplina de la técnica fotográfica puramente descriptiva, se extienden nuevos horizontes de abundante promesa, siempre y cuando lo “colorífero” no se confunda con lo colorido.”

Allí, en esas dos expresiones de Steichen, se engarza la fotografía de José Campos Rojas, particularmente esta fabulosa serie sugestivamente llamada Ahead for Red, presentada tanto como exhibición como en formato de libro, un producto pocas veces visto (y siempre extrañado) en la fotografía artística trabajada en el país.

En cuanto a la exhibición, esta presenta hábilmente un lenguaje que no es el de lo “colorido”, denostado por Steichen, sino el de lo “colorífero”, es decir, el de la búsqueda de los patrones cromáticos como dadores y andamiadores de sentido. Campos Rojas consigue emular el tránsito por una estación de metro, con su rotulación, sus recovecos, el recorrido que permite ascender, descender y toparse a cada esquina con una sorpresa —para ello, el espacio de F de Imagen se muestra ideal—, y ese tránsito está permitido por la eminencia del rojo en sus múltiples posibilidades expresivas: el neón, la carne troceada, el fondo de una chaqueta estampada con una calavera, el vestido de quinceaños, el fondo publicitario y el fondo de un festival de diseño: el rojo salta a nuestra vista en parches compositivos, en plastas densas de fondos saturadísimos y constituye el cableado de las estaciones de este metro armado hábilmente por el fotógrafo.

Los encuentros son, pues, no tan casuales como reza el nombre secundario de la muestra (Encuentros casuales con un color), sino que se convierten en una búsqueda asociativa permanente, intercontinental, en aquel “suplemento y elaboración” por el que preguntaba Steichen, hace tan solo 40 años (gran noticia: nos queda mucho color por explorar). La fotografía de Campos Rojas se comunica con la del propio Eggleston, mencionado arriba, pero también dialoga con la de Leiter o Herzog, coloristas que también hicieron del rojo un elemento expresivo de primer orden para representar ciudades, continentes y mapas anímicos: el rojo de las pieles es tan poderoso como el rojo insignia de Coca Cola.

Esta es una oportunidad fotográfica como pocas: la de poder transitar en el núcleo del poder asociativo de un color, y no de cualquier color: el de la sangre, el de la pulsión, el de la fuerza deslumbrante del fuego.

Guillermo Barquero, mayo de 2021.

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Fotos por Luis Alvarado