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«Este histórico espacio, construído en 1840, fue reinaugurado en 2012 con una restauración que ha causado polémica e indignación».

Salvador Escrig fue el encargado de construir en el año 1840 la Plaza Redonda de Valencia, la cual desde sus inicios albergó a la industria textil y la de cerámica, como sus principales actividades comerciales.

De forma perfectamente redonda, fue concebida como un espacio interno destinado al comercio además de contar con tres pisos de viviendas a su alrededor.

Antiguamente conocida como la Plaza del Cid, posee una fuente ubicada en su centro desde el año 1850.

La plaza ha sufrido con el paso de los años una serie de modificaciones, la más importante fue la colocación de un techo interno que permitió albergar un segundo anillo de locales comerciales con productos variados.

Remodelación de la discordia

En el año 2007, se firma un convenio entre la Conselleria de Infraestructuras, el Ministerio de Fomento y el Ayuntamiento de Valencia para llevar a cabo una restauración radical de la plaza.

La obra, con un costo total de 5 millones de euros, fue catalogada por las autoridades como «un hito en la recuperación patrimonial e histórica de la ciudad».

La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, manifestó el 26 de julio del 2012, día de la reapertura de la plaza, «se convertirá en una visita obligada de los turistas de la ciudad y permitirá rehabilitar y dinamizar la zona comercial del centro histórico».
La primera fase del proyecto consistió en la restauración de las fachadas y cubiertas de las viviendas que rodean la plaza.

La segunda fase, con un costo de 2,2 millones de euros, se encargó de la reurbanización del espacio interno, incluyendo el canalizado subterráneo y la colocación de un nuevo pavimento.

El anillo interno, fue reemplazado por ocho cubos para uso comercial que se acomodan por la noche para mostrar paneles con información histórica de la ciudad.

La nueva cubierta, construida con 650 metros cuadrados de acero y 336 piezas de vidrio, tiene como fin proteger del sol a visitantes y comerciantes.

Sin embargo, para la mayoría de ciudadanos de Valencia este proyecto no es otra cosa que una manera de unir a la fuerza lo antiguo con lo moderno. Lo describen como una demolición en vez de una restauración y como un fenómeno que se está repitiendo demasiado seguido en lugares tradicionales de la ciudad.

El uso de nuevos materiales dejó en el olvido elementos característicos de la plaza como madera, cerámica y los carteles con sus tipografías originales que datan de los años 1976-1977.

También desaparecieron las columnas y los techos del anillo comercial interno colocados en el año 1916.

Lo que más extrañan los valencianos es la pérdida de la escencia que caracterizaba la «desaparecida» Plaza Redonda. Su oscuridad, sus aromas y la sensación de sentirse transportados al pasado cada vez que cruzaban los arcos que la rodean.

Publicado originalmente en Revista Su Casa, el 28 de agosto del 2013.